ARGUMENTOS

Creo que el cine español sabe poco de sí mismo. Quiero decir que es muy dado a culpar al cliente (al espectador) y a llamarle burro. Como bien saben los vendedores, no puedes insultar a quien te da de comer. Si esperas que después de cagarte en su padre encima te compre una entrada es que no sabes llevar un negocio.

Que yo sepa, no se ha hecho ningún estudio comparando los argumentos de nuestras historias con los del cine americano. Tal vez de ahí saldrían conclusiones. Es evidente que no cultivamos los géneros que dan ingresos: aventuras, infantil, épico, género negro, ciencia ficción… La culpa de esa pobreza argumental es, paradójicamente, del sistema de subvenciones. En el fondo, la Unión Europea, el Instituto de Cine y las autonomías tienen prohibido apoyar al cine comercial. Para subvencionar una película ésta no debe ser racista, violenta o promocionar el uso de drogas. Eso explica que aquí hagamos El sol del membrillo y no Trainspotting. Las historias españolas deben promover la convivencia. Algo que Rambo se pasa por el forro cuando se cepilla a 300 vietnamitas por aldea.

Por otro lado, las subvenciones locales y autonómicas premian los valores de la tierra, la defensa del paisaje. Con un sistema así, está claro que nunca podremos hacer género negro, ni hablar de ciudades corruptas o de cuerpos policiales cubiertos de mierda. Siempre habrá algún comité que dirá que la historia deja en mal lugar a la ciudad. En realidad no quieren hacer cine taquillero sino cine turístico.

En ese sistema es imposible que se produzcan películas de justicieros como las de Clint Eastwood. Su frase, Alégrame el día, sería considerada políticamente incorrecta por cualquier concejal. Tampoco John Ford habría hecho cine con el sistema de subvenciones: perseguir a indios o solucionar los asuntos a tiros no estaría bien visto. Robocop, o cualquiera de los superhéroes que resuelven las cuestiones a base de leñazos, no tienen cabida aquí. Podríamos cambiar el argumento y hacer que el superhéroe organizase una conferencia mundial sobre la paz. Pero entonces perderíamos la adrenalina.

En cambio, en España es fácil hacer una pequeña historia, un viva al dialogo y a la convivencia. Ni ustedes ni yo iríamos a verla. El concejal que la aprobó tampoco.

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