Vivimos en un mundo de relatos que a veces no sabemos cómo interpretar. El triunfo de Obama fue un cuento poderoso. El niño de color y de origen humilde que acaba convertido en presidente del país. Cuando una noticia entronca con algún mito, consciente o no, su fuerza se dispara. Pensemos por ejemplo en Belén Esteban. Los medios la han convertido en una madre coraje. Y coraje da lo que hace ella con el castellano.
Ahora se habla de Bárcenas, el tesorero de sienes plateadas que viste como un elegante hombre de dinero. Se le retrata con un aire a lo Gordon Gekko, el prota de la peli Wall Street. Los periodistas, los tertulianos, querrían que su caso entroncara con la leyenda, que apareciera un fabuloso tesoro, que Bárcenas huyera con sus secretos, que tirara de la manta. Aunque siendo tesorero de un partido de derechas sería más propio decir tirar del futón.
Las miles de noticias que surgen cada día son relatadas como auténticos thrillers. Unos argumentos se agotan, otros decepcionan, y solo unos pocos mantienen su vigor hasta el final. Pero las nimiedades ridículas, esos bolsos y esos pantalones, no tienen la fuerza de la leyenda. Tampoco Bárcenas pondrá en jaque a su organización, como si la vida fuera una película de Elliot Ness. A veces pienso que los periodistas ven demasiado cine americano cuando aquí todo es más bien como Los Hombres de Paco.
Cositas buenas 